La Voz de Monte 2024-12-27T13:16:00.000ZLos 23 años del Museo Guardia del Monte: “La clave fue el trabajo en equipo”
El profesor Alejandro Cortés fue el impulsor del Museo Guardia del Monte, que el 28 de diciembre conmemora su cumpleaños número 23. Recuerda cómo fue el proceso creativo, habla del desafío de hablar de sintetizar un pueblo con tanta historia y de la importante participación de la comunidad.
En medio de un diciembre histórico, mientras en el país se sucedían presidentes y la gente se levantaba contra las políticas del saliente gobierno de Fernando De la Rúa, eyectándolo del sillón de Rivadavia, Monte daba un paso histórico: diseñaba su museo, que había nacido en el despacho de la por entonces intendenta Laura Giagnacovo. ”Ameno y cordial fue el encuentro entre el Poder Ejecutivo y el grupo ejecutor que concluyó con el acuerdo afirmativo de la Intendente. Se puede afirmar que ese día nació el Museo Guardia del Monte”, dice Alejandro Cortés.
“La movida cultural de fin de siglo había sentado las bases sobre las cuales fue tomando forma la idea de inaugurar un museo. Se estaba lejos de los conocimientos más actuales que han convertido, a las instituciones museo, en uno de los elementos constitutivos centrales de las llamadas políticas del cuidado del patrimonio histórico y cultural. Solo restaba la decisión política de concretarlo”, dice Cortés.
LVM: ¿Cómo nació el Museo Guardia del Monte?
Alejandro: "Como en todo proceso creativo, hubo productivas discusiones que se centraron en definir el perfil de ese museo. No se trataba de una reproducción de los llamados “nacionales”. El nuevo espacio ocupará un rol clave en la reproducción del relato fiel del devenir de un pueblo de frontera. Ahí un segundo paso importante: se estaba ante un museo de historia local. Había comenzado a concebirse en la última etapa de la movida cultural iniciada durante la gestión de Amalia Dodera de Scatena. En esa idea confluían las experiencias anteriores cercanas a la institucionalización de un museo, diversidad de muestras dinámicas, espectáculos temporales junto al antecedente más cercano que había sido el proyecto “museo-biblioteca” desarrollado a partir de la iniciativa del ex Intendente Raúl Iribarne.
LVM: ¿Tomaron algún ejemplo para armarlo?
Alejandro: Siempre que se inicia una nueva experiencia se busca un parámetro para ordenar el trabajo, razón por la cual se establece comunicación con el Complejo Museográfico Provincial Enrique Udaondo. La musa inspiradora. Pasaba este importante Complejo Cultural de la provincia por un momento de alto protagonismo y su recientemente renovado guion museográfico habilitó el torbellino de acciones que hicieron al convencimiento de que el museo de historia local era un hecho. Y la conversación de repaso al volver del Complejo Museográfico con la intendente significó para el grupo ejecutor la certeza de que se estaba en el buen camino. El proceso ya era muy difícil de detener; ya no habría vuelta atrás.
LVM: ¿Cuál fue el secreto del grupo que ideó el museo?
Alejandro: Trabajo en grupo, esa fue la clave del equipo ejecutor, sin protagonismos desmesurados, pero con el aporte de la experiencia de ciudadanos que provenían de diferentes campos del saber y de las artes, como la reconocida artista Elvira González, directora de Cultura; un creador nato como Julio Leiva, dos defensores de la cultura hijos adoptivos de Monte como Miguel Fabiano, Víctor Astorga y un integrante que aparecerá casi llegado el final de este relato. Identidad cultural, gestión integral del patrimonio histórico, montajes escenográficos, patrimonio tangible e intangible, capital simbólico.
LVM: Y fue justo en el año 2001…
Alejandro: Mientras el fantasma de la inestabilidad parecía devorarse todo, incluso la existencia misma de un país, en una comunidad del interior bonaerense, un par de locos, inauguraban un museo. Siempre dijimos que era como un acto reflejo ante la vertiginosidad de la crisis que nos rodeaba. En el medio de tamaña tormenta social, en esta comunidad buscaban aferrarse a las raíces, verdaderas amarras, sólidas, que superada la tempestad permitiría seguir. Sin saberlo, en aquel emblemático año para los argentinos, estos defensores apasionados de la cultura estábamos plasmando la profundidad de cada uno de estos aspectos, solo que el afán por enriquecer culturalmente a la comunidad los alejó de la magnitud del valioso trabajo que estaban realizando, del alto impacto a largo plazo de ese sencillo lugar, que buscaba dar vida a la aspiración de reflejar el devenir de un pueblo con tanta historia en sus espaldas. Lo hicimos con salas temáticas, el color como representación del tiempo histórico, el uso de la imagen como transmisor y por sobre todo el protagonismo del objeto como nexo entre el presente y el pasado.
LVM: Ahí tuvo un rol protagónico la gente de Monte, ¿no?
Alejandro: Siempre me pregunto qué hubiera sido del proyecto sin los objetos y en este aspecto es clave la participación de toda la comunidad. Si hay algo para destacar es la trama de conexiones y relaciones que se estableció entre el grupo de trabajo y la gente como un nodo central. Sin esa confianza con que los vecinos levantaron la tapa de sus arcones de los recuerdos, nada estaría donde está. Fueron muy importantes. Son muy importantes cada uno de los objetos se decía en esos tiempos “guardados en el cajón de la mesa de luz pierde protagonismo, es necesario para dar cuenta del tiempo transcurrido, nos presten ese simple recuerdo para que esté en el museo”. No fue tarea fácil vencer la desconfianza y el miedo lógico por el posible destino de los mismos. Los obstáculos como en toda empresa de esa magnitud estuvieron a la orden del día, incluso los que pudieron venir de aquellos sectores del gobierno, a los que les era difícil avizorar el valor estratégico del museo. Hoy sería absurdo pensar en diseñar políticas de desarrollo a largo plazo sin contar al museo entre sus principales componentes. Ese es el éxito de aquella movida casi quijotesca, instalar en el contexto al Museo de Historia Local como el eje conductor de las políticas culturales, que vaya más allá de los avatares políticos y de las aspiraciones personales. En tiempos donde el relato impone como marca de agua la diversidad, la igualdad y la inclusión el museo es una fragua en donde al calor de los conocimientos se reelabora y se enriquece la cosmovisión de toda una comunidad.
El Museo como contendor de diversidades:
Cortés resume cómo es el Museo Guardia del Monte por dentro. “En sus salas conviven, sin destruirse, el español, el gaucho y el indio. Integrados en un diálogo cotidiano están unitarios y federales. En una misma vereda los conservadores y los radicales y un abanico de novedosos objetos, algunos hasta exóticos para los tiempos que corren, dan cuenta de la irrupción de las masas en la vida sociopolítica del país. Diminutos restos del origen mismo de las cosas, se entrelazan con el paisaje lagunar y la vida cotidiana del pueblo y del campo, todo bajo la protección de un actor importante en la cultura local como lo fue y lo es, la iglesia”, dice Cortés.
Diseñar un museo que resuma la historia de un pueblo, que pueda dar la cara por él, por su pasado y por su presente, no es una tarea simple. Dice Alejandro: “Trabajar en el área de patrimonio es apasionante, pero requiere varias dosis de apertura, de equilibrio para lograr consensuar los diversos intereses involucrados, muchas veces enfrentados por beneficios más bien personales que organizacionales. Quien encabece un proyecto cultural y de gestión del patrimonio debe hacer un gran esfuerzo para alcanzar el objetivo central: cuidar nuestro patrimonio.”
Para uno de los impulsores del museo, el espacio enfrenta una cuenta pendiente: abrirse a las nuevas tecnologías “como principal acceso de la diversidad global y a la reingeniería de los museos a nivel mundial, incluidos los más representativos de nuestro país”. El logro es “haberle dado presencia comunitaria. Se ha logrado darle voz propia. Que no es poco porque ante el maniqueísmo histórico, nuestro museo nos enfrenta a un espacio diverso que contiene a todos y que por lo tanto es una demostración de que en el consenso con disensos, hay una clave vital para el desarrollo pleno de la comunidad. Lo que en su momento fue vivido como bestialmente vertiginoso, hoy con la perspectiva del paso del tiempo son recortes de la realidad que se secuencian lentamente.”
LVM: ¿Y hoy, a casi 23 años de la inauguración, qué imágenes tiene?
Alejandro: De aquel grupo ejecutor falta un integrante. Aún hoy, todavía se ve cruzando la Plaza España, ese 20 de diciembre del 2001, en un día gris, fogoneado por el relato de la crisis política en la gran aldea. Era algo más que una sensación, no había rumbo y nadie estaba al mando del timón. A pasos de abrir la puerta del museo a horas de su inauguración. Si “la cultura es, básicamente, un mundo interior que se manifiesta en la vida cotidiana”, se estaba inaugurando una puerta a la cultura, una puerta a un mundo interior, al del pasado de los montenses, quizás buscando ese reaseguro que mantuviera unida a la comunidad, para sobrevivir, para seguir abriendo puertas.
Más info:
Museo Municipal Guardia del Monte
Belgrano, entre Juan Manuel de Rosas y Pinazo (frente a la Plaza España)
Lunes a viernes de 9 a 17, sábados y domingos de 8 a 18.