Canseco Juan Bautista 2025-02-14T19:19:00.000ZEl menemismo, más vigente que nunca
Hace cuatro años, el 14 de febrero de 2021, falleció Carlos Saúl Menem, una figura que aún hoy divide aguas en la política. Su muerte solo marcó el fin de su existencia terrenal. Un presidente que lo reivindica, un peronismo que lo esconde. ¿Qué hacemos con su legado? Reflexionar en mares de antagonismos: lo más sabio a realizar.

Antes de arrancar, quiero aclarar que esta nota de opinión no es para cualquiera. Básicamente, está dirigida a personas a las que les gusta la política, pero no de manera banal. Espero que la disfrutes tanto como yo al escribirla. Vamos al asunto…
El pragmatismo menemista: ¿Traición o adaptación?
El Turco Menem llegó al poder en 1989 con promesas de "salariazo" y "revolución productiva", pero el gobierno terminó siendo sinónimo de neoliberalismo: privatizaciones, desregulación, la Ley de Convertibilidad, ventas de armas… todo un descontrol. Para muchos, entre los que me incluyo en principio, fue una traición al ideario justicialista. Pero si no entendemos el contexto en el cual se desarrolló, sería muy burdo de mi parte. Hay que entender que Menem no actuó en el vacío. Su gobierno fue una respuesta al colapso del modelo estatista y al "fin de la historia" post-Caída del Muro de Berlín.
Y eso ya me lleva al Segundo Plan Quinquenal del General, donde básicamente echó por tierra muchas de las políticas del primer peronismo, ese que nos gusta.
El peronismo es el intérprete de la realidad, y el menemismo demostró que el peronismo puede reinventarse, pero ¿a qué costo? En lo que nos compete, sabemos que la estabilidad económica lograda con la Convertibilidad tuvo un precio social brutal: desempleo récord, precarización laboral y un Estado reducido a su mínima expresión. Con la anteojera de hoy en día, eso fue una herejía. Y encima tenemos un presidente que busca repetir el modelo.
Pero más allá de ello, Menem logró lo que muchos consideraban imposible: gobernar una Argentina en llamas. Y recordemos que lo hizo con el apoyo irrestricto del Partido Justicialista. Muchas veces pienso que nuestros dirigentes callan y ocultan lo de aquella época, que seguramente coincide con su prime de la vida.
La cultura menemista: consumo, espectáculo, champán y pizza
Uno de los aspectos que más me fascinan del menemismo fue su capacidad para seducir a las mayorías. Menem no solo implementó políticas neoliberales, sino que también construyó una narrativa cultural poderosa. Usó símbolos históricos (como la repatriación de Rosas) para promover una idea de "reconciliación nacional", borrando conflictos pasados. Siempre poniéndose como mártir, el Turco absorbía los costos. Mal no le fue.
También tengamos presente que, si tenías la suerte de quedar dentro del sistema, el consumo masivo fue un nuevo derecho. Podemos decir que el menemismo desplazó la épica obrera por el acceso a electrodomésticos, autos importados y viajes, la posibilidad de comprarte tu casa. Sin embargo, esta democratización del consumo fue, en gran medida, una ilusión. Como dijimos, si quedabas afuera, sí que la pasabas mal.
El legado institucional: ¿Continuidad o ruptura?
El kirchnerismo sepultó políticamente a Menem, pero su herencia institucional siguió vigente. Es tan interesante la era menemista que, pese a su retórica anti-Estado, Menem fortaleció instituciones clave como la AFIP y la ANSES, que luego fueron pilares del modelo kirchnerista.
Entonces, en materia de consumo, me lleva a una pregunta incómoda: ¿el kirchnerismo fue una ruptura o una continuación del menemismo? En principio, creo que el kirchnerismo mató al menemismo político, pero continuó la sociedad menemista, o mejor dicho, intentó reconstruirla. Es decir, hubo un modelo basado en el consumo, pero con otra alineación geopolítica. No fue casualidad: la década K estuvo bajo la influencia del boom de los commodities y la fuerza de los países periféricos emergentes.
A cuatro años de su muerte, Menem sigue siendo un espejo incómodo para el peronismo. Su legado nos obliga a confrontar dilemas aún vigentes: globalización vs. nacionalismo, mercado interno vs. importaciones, liderazgo caudillista vs. liderazgos horizontalizantes.
En tiempos de grietas, entender a Menem es entender las tensiones que aún definen al peronismo, ergo, a la Argentina. Su legado no es solo una herencia incómoda, sino una lección: la política no se trata de elegir entre ideales y pragmatismo, sino de encontrar un equilibrio entre ambos. Por lo menos, para un militante considero que debería ser así.
Los noventa no fueron una década, sino un espejo. Y en ese espejo, aún nos miramos. Recordémonos que en política cada espacio que dejamos lo ocupa otro, está pasando, con todo lo que ello implica.